Charly García, el astro del bigote bicolor pasó por La Mar de Músicas y dio una inolvidable lección de cómo tocar rocanrol.
Una crónica de Chema Helmet
Quiénes: Charly García (voz, guitarra, teclados), Kiuge Hayashida (guitarra), Carlos González (bajo), Antonio Silva Peña (batería) y sección de cuerda
Dónde: La Mar de Músicas (Auditorio Parque Torres, Cartagena)
Cuándo: 15 de julio de 2004
La megaestrella del rock argentino ejerció como tal y no defraudó. Llegó en limusina separado de su banda, salió al escenario treinta minutos tarde, no paró de rascarse la nariz durante todo su recital (el dichoso polvo blanco), pero nos dió a todos una lección de rocanrol difícilmente olvidable.
La noche anterior ya hizo una aparición estelar a lo Keith Richards para tocar un par de temas en el concierto de León Gieco y me temí lo peor para el día siguiente, pues salió al escenario en un estado bastante alejado de la sobriedad y todavía le quedaban 24 horas para seguir de fiesta. Pero a pesar de volver a salir a escena también «entonado», nos encontramos frente a nosotros a un Charly García con ganas, con muchas ganas de tocar y de comerse del escenario. Y vaya que si lo hizo.
El concierto arrancó con una versión desangelada de Desarma y sangra en la que Charly abdicó por completo de sus quehaceres frente al micrófono, pero afortunadamente durante el resto del concierto Charly si estuvo por la labor de cantar.
Uno tras otro fueron cayendo sus grandes éxitos (Yendo de la cama al living, Demoliendo hoteles, Nos siguen pegando abajo, Cerca de la revolución,…), temas de Sui Generis (Confesiones de invierno, Mr.Jones, Canción para mi muerte, Tango en segunda ), de Serú Giran (la ya citada Desarma y sangra, Eiti Leda), y temas de de épocas más recientes (Rock and Roll yo, El amor espera, Asesíname, Tu vicio, Dileando con un alma,…) y temas ajenos: Purple rain (Prince), Me siento mucho mejor (adaptación de Feel a whole lot better de The Byrds), Todd Rundgren (Influencia), Beatles, Rolling Stones, guiños a Hendrix y a todo lo que se le puso por delante.
Con sus inseparables auriculares, Charly García alternó teclados y guitarras eléctricas y no paró de moverse de un lado a otro, de hablar, de exhibirse y de bromear, de volver loco a sus músicos (cambia continuamente el repertorio preestablecido y la forma de tocar los temas) y asistentes (quiero la guitarra, no esa no, la otra,…) y hasta tuvo tiempo para pedir al público fuego y un cigarro que se fumó a la vez que cantaba Influencia sentado en el suelo.
La primera parte del concierto la terminó con No voy en tren justo en el instante en el que canta aquello de «soy el que cierra / y el que apaga la luz» y ¡zácate! se apagan todas las luces y Charly desaparece del escenario.
Tras el intermedio, tocó otro puñado de temas en los que ya no abandonó la guitarra eléctrica. Y para terminar, nos anunció «Hijos, soy el papá del rock» antes de ventilarse de una tacada Popotitos, Satisfaction, Day tripper, No toquen y ¿No te sobra una moneda?
Fueron más de diez minutos incendiarios en los que Charly tocó sin parar, saltó, se subió a los amplis, gesticuló, bailó y desparramó a gusto, mientras su banda intentaba seguirle como podía (es muy duro ser músico de Charly García). Toda una clase magistral de rocanrol. Y llegado este momento poco me importaba ya que Charly cantara con voz de pato, porque ahí es cuando entendí que su último disco lo haya titulado Rock and Roll YO.