Jonathan Richman, el juglar

Jonathan Richman con Tommy Larkins, complaciendo una petición del público: ‘Volando voy’ y mezclándola con una elocuente canción propia, también en español

Actuación del 18/03/12 en la Sala 12&medio de Murcia
Toma de vídeo por Miguel Tébar para festivalesdepop.com


Dónde: en sala 12&medio (de Murcia, España).
Cuándo: 18 de marzo de 2012
Cuántos a cuánto: ≈200 asistentes a 9/12€
Quién: Jonathan Richman


A cuarenta años de distancia desde que Jonathan Richman (Massachusetts, 1951) imprimió su particular estilo al proto-punk con The Modern Lovers, aún es necesario presentar al peculiar cantautor como «aquel juglar que subido a un árbol cantaba algo a Mary, en la película que consagró a los hermanos Farrelly como los reyes de la comedia escatológica».

Seguirle la pista a través de la web es casi imposible y su discografía sigue creciendo ajena a modas y crisis. Pero verlo actuar en una sala cercana es mucho más fácil. Tan sencillo como el espectáculo con el cual, desde hace mucho tiempo, gira por medio mundo.

El autor de clásicos pop como Roadrunner o Pablo Picasso –que no recuperó- pidió que nadie lo telonease -en consonancia con lo austero del rider técnico y de sus exigencias personales- y el músico que lo acompañó a la percusión, como siempre, es su fiel amigo Tommy Larkin. Una guitarra española – a peso, sin correa- y unos cascabeles es lo único que necesita Richman para interpretar un repertorio improvisado y breve -inferior a los sesenta minutos- sin concesión alguna para bises. ¿Suficiente para ser domingo?

El americano “Juanito” canta sus canciones en inglés, francés, italiano y español sin que nada resulte extraño a los oídos ajenos. Cada tema es bailado al borde del escenario por el afable personaje capaz de reconocer que también lo hizo en un bar de lesbianas con exacta naturalidad o de convertir un discurso aparentemente negativo: Let her go into the darkness, ¿A qué venimos sino a caer? o When we refuse to suffer… en algo muy divertido. Seguramente para poder así «demostrar que estamos vivos». Y de alguna manera, permitirse seguir actuando con absoluta libertad frente a un risueño público que se deja llevar por el tarareo cómplice. Porque, con sentido del humor la fiesta puede llegar a ser «fantástica, galáctica y especial».

Se marchó impregnado por un cierto surrealismo compartido con Kiko Veneno -de quien versionó Volando voy– dejando la sala aplaudiendo con ganas de más, al son del estribillo de La guitarra flamenca rubia/La guitarra flamenca negra y en boca de todos los acólitos, nuevos y veteranos.

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