Algo tiene que a todos gusta

Mala Rodríguez: dueña del escenario  - foto: Chema Helmet

La Mala presentó en Murcia su Malamarismo.

Una crónica de Chema Helmet

Quién: Mala Rodríguez
Dónde: Audio (Murcia)
Cuándo: 25 de abril de 2008

Vino la Mala Rodríguez a la Sala Audio a poner de largo Malamarismo su tercer álbum, un disco con el que poco a poco la jerezana va ampliando su abanico estilístico para incursionar con desigual acierto en el ámbito del r’n’b’, territorio sonoro que por cierto hasta ahora parecía en nuestro país reservado en exclusiva a las artistas de origen afroamericano.

Todavía recuerdo con mucho agrado las excelentes actuaciones que la Mala nos regaló en el verano de 2004, en las que descubrimos a una artista que se imponía sobre el escenario y que con desparpajo y canciones lenguaraces y desbocadas sorprendía a un público de toda edad y condición.

Desde aquel entonces la Mala ha ido creciendo hasta convertirse en un fenómeno mediático, en la primera (y hasta ahora única) diva del hip hop español. Quizá por ello (por el divismo, digo) la chica llegó a la Sala Audio con un retraso de una hora y cuarto y no subió a las tablas hasta veinte minutos después, cuando el público que había acudido puntual estaba hasta las narices de aguantar a dj Woody, el voluntarioso pinchadiscos que tuvo que salir a dar la cara y hacer tiempo durante hora y media con una sesión de hip hop variado y dispar (es que una hora y media pinchando da para mucho).

Después, claro, aparece la Mala y todo se olvida y hasta se le perdona. Algo tiene esta chica que a todos gusta: a los hombres por lo que ven (una mujer despampanante) y a las mujeres por lo que representa (una mujer que manda en un mundo de hombres y machitos). La Mala tiene ESO (que no es fácil de explicar con palabras pero que se percibe con claridad cuando ella está presente) que la diferencia del resto de los mortales y que la convierte en una estrella carismática que domina con naturalidad las tablas y que maneja con maestría a su público para llevarlo hasta el terreno que a ella más le interesa. 

Ahora la Mala se hace acompañar en escena por coristas, dos macbooks y… nadie más. Todo lo que suena (excepto las voces), son pregrabados, bases y “sampleados”. Adiós a los instrumentos “de verdad”. Quizá para quien no haya visto a antes a la Mala en acción este dato no sea relevante, pero para
quienes hemos disfrutado de la Mala acompañada de una banda que incluía percusión y guitarra eléctrica creo que hemos salido perdiendo con el cambio. Se pierde calidez y el show resulta más mecánico.

Por contra, la Mala ha madurado, su voz ha ganado en matices y sus letras han perdido esa fachada barriobajera y cruda para hacerse más convincentes. Quizá la Mala busque huir de ese pasado lenguaraz y malhablado, porque pasó muy por encima por los temas de sus anteriores discos y su actuación se centró y explayó en las canciones de Malamarismo. Y es la versión digamos más r’n’b’ de la Mala la que
más me convenció, una Mala menos agresiva, una Mala más juguetona y sensual que habla de sentimientos, que se despoja de esa máscara de chica dura de la calle y que se convierte en una mujer de armas tomar.

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