Vetusta Morla y su golpe de efecto para tiempos a la deriva

Vetusta Morla por Mª del Mar de Miguel

Anoche, y con veinte minutos de retraso, Vetusta Morla arrancaba en el Auditorio Víctor Villegas La Deriva, tercera gira de su carrera. Como en las veces anteriores volvieron a elegir Murcia como ciudad fetiche para debutar, aunque esta vez con la tranquilidad que debe haber logrado un doble sold out consecutivo sin tan siquiera haber puesto entrada física a la venta en taquilla.

Los de Tres Cantos asaltaban el escenario con el nervio y la prisa del que tiene mucho trabajo por hacer y poco tiempo. ‘La deriva’, canción que abre su homónimo y recién publicado nuevo álbum, fue la encargada de abrir un concierto muy medido. Un inicio progresivo que accionaba el engranaje de un grupo en el que cada uno conoce su misión y papel llevándolo a cabo con meticulosa precisión. A esta siguió ‘Fuego’, también del disco de presentación, con la que fueron poniendo en situación a un público entregado desde el minuto uno, y que les permitió a ellos poder desplegarse sobre el escenario y coger impulso.
Con ‘Golpe Maestro’ -el primer sencillo tan comentado últimamente- llegó la potencia, la notoriedad del que da un puñetazo encima de la mesa para hacerse escuchar. Repetitiva y algo frenética, es el ejemplo de un disco que deja de lado las sutilezas sonoras, las atmósferas efectistas, las metáforas y los dobles sentidos poéticos tan delicados a los que nos tenían acostumbrados. El cancionero de La Deriva (Pequeño salto mortal, 2014) muestra un sonido más tajante y desnudo que en anteriores trabajos, unas directas letras críticas y comprometidas con la situación actual que vive nuestro país, formando parte de una nueva “canción protesta” a la que artistas como Nacho Vegas o Amaral se han unido y que parece empieza a hacer eco en las conciencias de sus seguidores.
Con ‘La mosca en tu pared’ crearon un ambiente algo más relajado y onírico a base de efectos sonoros, manteniendo la intensidad pese a bajar las revoluciones del concierto. ‘Pirómanos’ se encargaría de devolver el tono y el movimiento a la función.
Como si de un reloj suizo se tratara, el cantante Pucho y los otro cinco miembros siguieron desgranando canciones con la facilidad y seguridad del que controla la situación. Juegan sobre seguro en una tesitura que dominan a la perfección, haciéndola, por esta vez y como excepción, más real, menos artificiosa, maquillada y empolvada. Y este giro se nota también en el sonido de la banda: compacto, regular, envolvente.

Vetusta Morla

Llegó el turno de las concesiones a álbumes anteriores con ‘Lo que te hace grande’, de su anterior trabajo y ‘Un día en el mundo’, tema que daba nombre a su primer largo, con los que consiguieron la ovación, motivación y devoción de la sala, que para ese momento ya estaba puesta en pie coreando a una sola voz.
A partir de este punto, el concierto alternaría la restante totalidad de nuevas canciones con algunos éxitos de su escaso repertorio. ‘Cuarteles de Invierno’ sonó compacta, clara estudiada y sin salida de guión, ‘Maldita dulzura’ con el coro generalizado de un público que disfrutaba cada vez más, ‘La Grieta’, con su ritmo marcial e intenso, ‘Mapas’ para la que crearon una curiosa introducción antes de asaltarla y moverse por vez primera y única hacia el borde de las tablas…
‘¡Alto!’ fue seguida por ‘Copenhague’ el indiscutible himno de su debut, que sonó electroacústica y supuso una de las pocas innovaciones que tuvo la noche -con una apoteosis final de efectos y juego de voces (algunas de las cuales grabadas)-, y ésta por ‘Las salas de espera’ con un ritmo algo más tranquilo sirvieron para sosegar la voluntad y ánimo del respetable y coger impulso y carrerilla para lo que vendría después.
‘Valiente’ y ‘La cuadratura del círculo’ sendas descargas de potencia que dejaron relucir el saber hacer de una banda que va rodada, sin sobresaltos, constituyeron finales casi épicos en cuanto a sonido se refiere. ‘Tour de France’ y ‘Fiesta Mayor’ fueron las elegidas para acabar con altura y pulso apretado la primera parte de un buen directo, bastante efectivo pero con poca innovación y riesgo.

Vetusta Morla ya funciona como un mecanismo perfectamente engrasado donde cada pieza sabe qué debe hacer y cuándo añadiendo comienzos sutiles y delicados, mezclados con subidas sin retroceso y momentos finales cercanos al delirio que se han convertido en la marca de la casa y seña de identidad de los madrileños. Y es que si la fórmula funciona, no hay necesidad alguna de cambiar.
El grupo desapareció del escenario dejando a un público hambriento de música que coreaba con una sincronización improvisada el ‘Saharabbey road’, éxito que finalmente no llegaron a interpretar.

El primer bis comenzó con ‘Una Sonata fantasma’ (corte que cierra el nuevo trabajo), creando un ambiente confuso que acabó en subida triunfal de todo lo que una voz tan bien entrenada como la de Pucho puede dar de sí y dos de sus temas bandera ‘Sálvese quien pueda’ y ‘El hombre del saco’ que sonó a maraña ordenada y a caos premeditado y bajo control.
A este punto, Vetusta Morla ya había puesto todos los puntos sobre sus íes y poco más cabría añadir, salvo otro último bis: ‘Los días raros’, que sirvió de cierre delicado y sutil; como una forma calmada de poner de nuevo los contadores a cero, preparándolos para un nuevo asalto.
Los que estuvimos presentes pudimos disfrutar de un gran concierto, pero con un patrón tan bien cortado y tan a medida que en ocasiones hacía perder frescura, ese je ne sais quoi de factor sorpresa que tiene el directo, dejando muy poco o nada a la improvisación y a la innovación.

Casi dos horas de lección bien aprendida, que supusieron una apuesta segura al caballo ganador del indie en nuestro país.

Texto: Marië Magarz. Fotos: Mª del Mar de Miguel y Miguel Tébar A.

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