El FIB Heineken es un festival que cada año que pasa sigue batiendo récords aunque parece que se aleja de sus señas de identidad.
Un reportaje de Chema Helmet y Vihelmet
Durante la habitual rueda de prensa que la organización del FIB Heineken ofrece la tarde del último día del festival, uno de sus directores, José Luis Morán, confirmó que la edición 2009 del FIB Heineken se había convertido en la edición de los récords: por lo rápido que vendieron las entradas, por el número de asistentes y por el público que ha asistido a las actividades extramusicales. Por ello no es de extrañar que el FIB y Heineken hayan renovado su contrato de patrocinio hasta 2012.
Para valorar la verdadera dimensión de estos logros no hay que perder de vista que los récords se han batido el mismo año en el que la crisis financiera hizo que el inflado mercado español de los festivales veraniegos saltara por los aires dejando fuera de combate entre otros macrofestivales a Summercase, Daydream Ola, Forward o Weekend dance.
De festival alternativo a festival de masas
La realidad actual es bien distinta de la que tenía España a comienzos de la pasada década de los noventa cuando comenzaron a proliferar los macrofestivales veraniegos, concebidos originalmente con muchas dosis de ilusión y con poco espíritu empresarial. En aquellos tiempos la música era la principal motivación. Quince años después, las motivaciones son bien distintas y los criterios de rentabilidad y de supervivencia económica son los principales motores de estas iniciativas.
Como negocio el FIB Heineken es un éxito innegable, pues en un año económicamente tan nefasto como 2009 ya hemos visto como ha sido capaz de batir récords de asistencia y de garantizarse el apoyo de su principal patrocinador.
Esa supervivencia se debe en gran parte a que el FIB Heineken ha evolucionado con el paso del tiempo, ha sabido adaptarse y ha sido capaz de encontrar su hueco. El FIB se ha convertido por sí mismo en una marca que en el exterior se vende muy pero que muy bien. Es decir “FIB Heineken” en tierras británicas y ya tenemos en un periquete a varias decenas de miles de adolescentes británicos comprando su abono y contando los días que les faltan para venir a pasar a orillas del Mediterráneo días de sol, playa y cámping, y noches de conciertos con sus grupos superventas.
No nos engañemos, el FIB Heineken se dirige a un público objetivo bien definido, que ya no es el español y, que desde luego ya no es el público que acudía al festival años atrás (cuando el FIB era todavía el Festival Independiente de Benicásim y no el Festival de los Ingleses Borrachos).
Esos aficionados españoles a la música que agradecían la oportunidad que el Festival les brindaba de ver actuar en España a artistas de talla internacional hasta entonces difíciles de ver sobre un escenario patrio ahora se tienen que «buscar las habichuelas» por otros festivales.
Unos cabezas de cartel jibarizados
Hasta su decimocuarta edición el FIB Heineken había venido consolidando una línea que combinaba nombres de relumbrón en los primeros renglones del cartel con propuestas arriesgadas y minoritarias en los renglones inferiores, una pequeña cuota de grupos nacionales y mucha electrónica.
Por contra, la decimoquinta edición ha presentado un cartel muy flojo en comparación con los de años anteriores. En una situación insólita, este año la mayor parte del tiempo he deambulado por los distintos escenarios del festival sin encontrar nada que realmente enganchase, empezando por los cuatro cabezas de cartel, grupos que en los últimos años han actuado de forma más o menos asidua por salas y festivales españoles.
Hablando de los cabezas de cartel, sólo salvo de la quema el eficiente concierto de Franz Ferdinand, porque lo de Oasis el jueves fue un tostón (el numerito de la bronca entre los Gallagher está ya más visto que el tebeo, aunque a las decenas de miles de hooligans borrachos que coreaban TODAS las canciones de Oasis y que se encaramaron como energúmenos a las torres de iluminación no pareció importarles mucho), y lo de The Killers fue impresentable (a última hora obligaron a cambiar todos los horarios del Escenario Verde, prohibieron el acceso de los fotógrafos a su concierto, y encima dieron un concierto insulso y soporífero). A Kings of leon les daremos el beneficio de la duda, ya que el viento impidió que actuasen el viernes.
Durante los cuatro días del festival he podido conversar con varias personas que venían asistiendo al festival desde su primera o segunda edición y que de forma aislada pero unánime me han manifestado su desilusión por la evidente apuesta del festival hacia terrenos más comerciales y menos arriesgados («este ya no es el FIB que yo conocí», nos llegaron a decir) y más de uno me anunció que seguramente esta sería la última vez que venía al FIB Heineken.
¿Cuidando la cantera?
La postura oficial del FIB Heineken con respecto a la numerosa presencia de artistas españoles en el cartel de este año de que el FIB Heineken es un festival que cuida al público español y que también se preocupa por darle proyección exterior a la escena nacional no me resulta muy creíble.
Porque el FIB ha sido un festival que históricamente se ha despreocupado de la escena española («lo que tienen que hacer los grupos españoles es ensayar más», llegó a decir uno de sus directores).
Creo que la explicación de la repentina proliferación de artistas nacionales en el festival tiene más que ver con los efectos provocados por la subida escandalosa y artificial de los cachés que los artistas internacionales han aplicado en los últimos años por venir a tocar a España, una España en donde hasta el año pasado proliferaban los festivales como champiñones, festivales generosamente apoyados por los poderes públicos y que tiraban con pólvora de rey.
Ahora, en 2009, en una situación de escasez presupuestaria y con un panorama de cachés inflados, no ha quedado más remedio que completar el cartel tirando de grupos locales, grupos que salvo We are standard no generaron ningún interés para las alcoholizadas masas anglosajonas.
Quiero y no puedo
El balance de esta edición ha sido cuando menos desconcertante y tras tres días y medio asistiendo a conciertos apenas puedo destacar alguna que otra cosa suelta de todo lo visto: la eficiencia de los ya mencionados Franz Ferdinand, los bríos de The Wave pictures, la solvencia de Los Planetas, la veteranía de Gang of four, la frescura de Telepathe, el oficio de Maxïmo Park, el descaro de Peaches, las ganas de The Mighty Stef, la presencia de Babyshambles… pero el balance final de todo esto es un quiero y no puedo, y los adjetivos “memorable” o “inolvidable” se me quedan guardados en el cajón, porque no acompañaran a ninguno de los conciertos de esta edición del FIB Heineken.
Habrá que esperar a ver por dónde van los tiros del cartel del festival del año que viene para saber si lo de 2009 ha sido un coyuntural alto en el camino forzado por las circunstancias económicas, o si por el contrario la nave del FIB ha tomado definitivamente otro rumbo y ha dedicido navegar por mares distintos a los que hasta ahora nos tenía acostumbrados. Quedamos a la espera.
Un año más se celebró en el marco del festival el concurso Mustang Fashion Weekend, un proyecto que surgió hace trece años con el objetivo de brindar un espacio adecuado para que los jóvenes diseñadores pudiesen dar salida a sus proyectos.
El Concurso de Moda FIB está dotado con un premio de 5 000 €, premio que este año se levó el segoviano Luis Manteiga, gracias a su colección inspirada en las Mil y una noches: a base de velos, bordados y estampados de inspiración árabe y en la que abundaban las transparencias.