La andrógina cantante punk de Chicago, la feminista, reivindicativa antibelicista Patti Smith ofreció en Cartagena un concierto de rock más que digno.
Una crónica de Miguel Tébar Almansa
strong>Quién: Patti Smith: voz, guitarra española y eléctrica; Lenny Kaye: guitarras; Jay Dee Daugherty: batería; Tony Shanahan: bajo eléctrico y teclados; Jack Petruzzelli: guitarra eléctrica
Dónde: Auditorio Parque Torres (Cartagena)
Cuándo: 16 de julio de 2010
La entrada más cara de la decimosexta edición del festival La Mar de Músicas fue protagonizada -y cubierta en expectativas- por la viuda Patti Smith al frente de su banda, heredera de aquel Group que aún mantiene -desde hace treinta y cinco años- a sus fieles: Lenny Kaye (guitarrista) y Jay Dee Daugherty (baterista). A quien se echó de menos en escena fue a su vástago Jackson, el hijo que tuvo con el por desgracia desaparecido Fred ‘Sonic’ Smith, que venía ejerciendo de guitarrista junto a su madre en los últimos tiempos hasta que contrajo matrimonio con la carismática Meg White. ¿Entonces ahora es cuñado de Jack White?
Sirva este último apunte de prensa rosa para ejemplificar las relaciones de las que la propia Patti Smith ha sabido sacar provecho a lo largo de su carrera para convertirse en i-co-no: desde el polémico fotógrafo Mapplethorpe hasta Michael Stipe, pasando por John Cale, Bruce Springsteen, el citado miembro de los MC5 o el poeta Allen Ginsberg, de quien la Smith bien aprendió el oficio y ahora explota siempre que puede.
Pero a lo que vino esta vez a Cartagena fue a satisfacer mitomanías (y curiosidades). La andrógina feminista, reivindicativa antibelicista y cantante punk ofreció un concierto de rock más que digno. Usó todos los elementos que la conforman como personaje “intelectual”: las banderas, los discursos, la actitud, la pose… -se extrañó de que le gritasen guapa- y repasó siete de sus nueve discos de estudio, dándole mucho protagonismo al “comercial” Easter (Arista, 1978), que ¿casualmente? podía comprarse en vinilo en la caseta de discos.
Obviamente no olvidó –Smith nunca lo hace- las dos canciones que más la identifican con el gran público: la transmutada versión de Gloria de Van Morrison -con su irónica introducción In Excelsis Deo incluida- versión con la que se dio a conocer en el fundamental Horses (Arista, 1975) y la no tan coreada Because the night reescrita y popularizada después de que Springsteen se la cedió a finales de 1977.
Recordó a su amigo Jim Carroll “fue uno de los mejores poetas de mi generación” y a sus satánicas majestades con la acústica Play with fire, tras la enérgica Free money bajó el ritmo hasta una cotas más cercanas al folk americano. Hubo momentos para la balada We three –preciosa-, para dejarse fotografiar a gatas en Dancing barefoot, para concienciar de la fuerza del individuo con People have the power (“We the people“) o para terminar rompiendo las seis cuerdas de su guitarra como punto y final al salvaje Rock N Roll nigger, ya en camiseta.
La abuela Patti ya no es lo que fue, pero en su concierto no dejó intuir fisuras a un discurso e historia ganados a pulso. Porque además de estar en el sitio justo en el momento justo, hay que saber trabajárselo para que la cosa funcione y para que a una se la respete como autora/artista. Ella lo supo hacer y así se ha mantenido.