La reencarnación ibérica de la Velvet underground se hace llamar la Débil.
Una crónica de David Amargor
Quién: La Débil
Dónde: Yelly Belly (La Puebla de Montalbán)
Cuándo: 13 de octubre de 2007
La unión de algunos guerrilleros (ex militantes de varios proyectos musicales) y neófitos sobre las tablas, hace a La Débil. Y la Velvet Unbderground todo lo demás.
Al menos ese espíritu subterráneo, viciado y tóxico, es el que se respiraba en el Yelly Belly. De hecho, el suelo de terrazo, las paredes metálicas, la poca luz y otros elementos del escenario te trasportaban a aquel mítico Café Bizarre donde el cuero y el latigo cambiaron el discurso del rock para recolocarlo en uno de sus extremos más peligrosos y excitantes.
Y allí en este pueblo toledano, de pie y cerveza en mano, rodeado de unos pocos locos expectantes y otros muchos que no sabían de qué iba esto, se suben al escenario seis tipos amenazantes con gafas oscuras. Uno de ellos da la señal de comienzo a los tambores de guerra que marcan todo el concierto.
Ritmo frenético, marcial, metálico, hipnótico y chirriante, sí. Guitarras a todo trapo junto el escozor de unos sintes por todos los lados. Una canción que comienza con el falso latir del post-rock, que evoluciona cuando la banda se pone a gritar poseída: Minos.
Intensidad y volumen. Mucho volumen. Las primeras filas cobran sus primeras bajas, otros nos afianzamos en nuestra posición de privilegio, estamos dentro de algo fantástico.
De las canciones colgadas en su myspace (www.myspace.com/ladebil), tocan Pulmón número 12, que es una canción de pop perfecta. ¿Pop? Bueno, sí, pop en el aspecto formal y el castellano que nos introduce en el mundo febril y surrealista (quizás sea la única realidad posible de este país) de La Débil. Y entendemos algo así: “El pulmón número doce no es un asesino simplemente por satisfacción, alguien gritó hombre al agua…. crucifixión…si te callas, todo irá mejor“.
Las canciones de La Débil engañan, porque no son lo que parecen, son pequeñas mutaciones de géneros del pop y del rock, que te golpean a todo tren. El concierto continúa con su primera maqueta grabada en el estudio de PAL: Suicidio español, que fue una pena que no pudiéramos adquirirla allí mismo.
Uno de los aporreadores de tambores y chapas, se arranca a cantar Cualquiera. No es coña, pero el estado de enajenación consentido en el que me encuentro en ese momento, con otras tres cervezas más, es la de estar viendo a un hijo bastardo de Lou Reed desgañitándose: “como una canción de amor cualquiera, como una canción de amor cualquiera“.
Y más tarde, la apoteosis final con Madre, riff psicotrópico a toda caña, repetitivo y alucinado (!genial!), que provoca en las primeras filas la total unión con el grupo, saltos, gritos y demás exclamaciones: “madre, madre, madre…cha, cha, cha“. La canción se acelera, el ruido aumenta, los seis dementes de arriba que gritan a la vez: “pon a la Velvet… cómete un filete… las caras de Vélmez, !De Juana Chaos!, cha-cha-cha…”
Gran alboroto. No hay más. Tremendo final de un concierto con el Sister Ray velvetiano a través de la megafonía, golpeando los tímpanos… Pon a la Velvet que yo me comeré el chuletón. Luego, otra cerveza y en el local el verdadero suicidio español: Mecano, El último de la fila y hasta el himno del Sevilla… Salimos huyendo con la sensación de que hay muchas planchas que abollar.