Rabia, mala leche, claustrofobia, contundencia e inconformismo a cargo de cuatro delincuentes sonoros curtidos en mil y una batallas.
Una crónica de Chema Helmet
Estos cuatro individuos se conocen desde comienzos de los años noventa, y ya en 1998, Doña Lydia tuvo el buen ojo de incorporar a su banda de directo al polifacético Terry Edwards, un impresionante músico que en su currículo atesora entre otras colaboraciones con Tindersticks, PJ Harvey, Spiritualized, Nick Cave, The Jesus and Mary Chain, Faust, Tom Waits, o Robyn Hitchcock. Ahí es nada.
Edwards (guitarra, órgano, saxo) es el auténtico centro vital de Big Sexy noise, el cerebro musical de esta aventura sonora, en la que la aguerrida Lunch pone la subversión, el inconformismo y la confrontación punkarra y la lacerante y pantanosa guitarra del solvente James Johnston (colaborador habitual de los Bad Seeds de Nick Cave) escupe rabia y mala leche. El cuadro lo completa la rugosa solidez de Ian White tras los tambores.
Desde el primer minuto sobre el escenario, Big sexy noise asentaron su reales y fueron directos al grano con The Gospel singer, una feroz canción coescrita en 1989 entre Lydia Lunch y Kim Gordon (Sonic Youth), otra de las madres fundadoras de la No Wave neoyorquina. Aquello sonó como un puñetazo directo a la boca del estómago, seco y contundente, que nos dejó sin respiración durante el resto del show.
El rock intoxicante, feroz y claustrofóbico de Big sexy noise es una trituradora que puede con todo, es capaz de apropiarse con naturalidad de Kill your sons (Don’t you know they’re gonna kill your sons / don’t you know gonna kill, kill your sons / They’re gonna kill, kill your sons / until they run, run, run, run, run, run, run, ¡¡¡run away!!!), esa truculenta canción de Lou Reed compuesta en 1974 en la que su autor cuenta el tratamiento de electroshock que recibió para corregir su “comportamiento homosexual”.
El corrosivo concierto culminó de forma contundente con Your love don’t pay my (fucking) rent, una vindicativa y contestataria proclama en el más puro estilo riot grrrl!, que la doña dedicó con cariño a la “sección femenina” del público presente en la sala.
Desconozco si estos cuatro delincuentes sonoros le han puesto nombre a su particular entente “grande-sexy-y-ruidosa” teniendo en mente aquel disco de Blixa Bargeld (otro habitual de los Bad Seeds de Nick Cave) y su banda Einstürzende Neubauten, el fenomenal Silence is Sexy (Mute Records, 2000) en el que el alemán cantaba: “Silence is sexy / So sexy / As sexy as death”. Si entonces el silencio era sexy de la muerte, ahora lo sexy es hacer ruido. Y cuanto más mejor.