El arrebato

Antony: un tímido seductor - Foto: Chema Helmet

Inolvidable recital de Antony & the Johnsons en La Mar de Músicas.


Una crónica de Chema Helmet

Quién: Antony & the Johnsons
Dónde: Festival La Mar de Músicas – Auditorio Parque Torres (Cartagena)
Cuándo: 18 de julio de 2005

La expectación para ver a Antony & the Johnsons era grande, no había más que ver la gran cantidad de público que acudió en una noche de lunes al Auditorio del Parque Torres. Antony & the Johnsons es uno los fenómenos musicales de la temporada, todo el mundo habla maravillas de él, ¡hasta el arisco de Lou Reed se deshace en alabanzas! El segundo disco de Antony (I am a bird now) se ha vendido de tal modo que ha llegado a ser el disco más vendido en la historia del sello Green Ufos.

Y bueno, en estos tiempos de consumo inmediato, de proliferación de banalidades de usar y tirar, uno ya está más que escaldado y desconfía por principios de los nuevos «fenómenos» que los medios especializados acostumbran a lanzar periódicamente a la palestra. Pero en el caso que nos ocupa, todas las alabanzas que se hagan de Antony & the Johnsons serán pocas. La Mar de Músicas dejó por una noche las esencias turcas y se entregó por completo al encanto de este grandullón de aspecto tímido y aniñado, dueño de una voz que embelesa y enamora, que cautiva, sugiere, pellizca, arrebata y extasía.

El concierto se abrió con los cinco Johnsons (dos violines, chelo, bajo y guitarra) sobre el escenario. Rob Moose comenzó a tocar un instrumental con su guitarra acústica en onda raga blues al más puro estilo de John Fahey, y al terminar su delicada introducción, Antony Hagarty entró timorato al escenario, sonríendo nervioso, dejó su bolso en el suelo junto al piano, marcó la señal a sus músicos para empezar cantar My lady story, y desde ya, desde ese momento, la dimensión espacio-tiempo dejó de tener sentido para mí, porque fui transportado, hechizado, mecido y también desgarrado y abrumado por la extraordinaria voz de Antony, un Antony acompañado por unos certeros y discretos Johnsons, que aportan las pinceladas justas para realzar y embellecer la exhuberante belleza de las canciones de este prodigio. No me extraña que el público no le dejase marchar hasta que no salió dos veces a tocar bises.

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