La triunfal y feliz reunión de los legendarios Surfin’ bichos pasó por el Wintercase 06.
Una crónica de Xavier Gaillard
Quién: Surfin’ bichos + Brakes
Dónde: Sala Razzmatazz (Barcelona)
Cuándo: 24 de noviembre de 2006
La última noche del Wintercase cerró el pseudofestival otoñal con un agradable sabor de boca: la organización de Sinnamon decidió colocar a modo de cierre una de las bandas más celebradas de la escena nacional, los Surfin’ Bichos, en triunfal reunión.
Antes, pero, actuaron los Brakes, banda inglesa de reciente creación, liderados por Eamon Hamilton (de British Sea Power). Presentaron su primer disco, Give Blood (y anticiparon material del nuevo, The Beatific Visions). Ofrecieron un show bastante completo, con piezas homogéneas pero de sonido diverso, recordando en algunos momentos al garage sesentero, en otros un punk-pop directo, y puntualmente a ritmos country. Especialmente sorprendentes algunos temas de apenas diez segundos de duración, como el que eligieron para cerrar su actuación (y reclamado por algunos del público), Comma comma comma full stop, de sólo cinco segundos. Aún y con la brevedad de las canciones, y la poca seriedad que eso inspiraba, consiguieron caldear a los asistentes de la sala Razzmatazz barcelonesa.
No obstante, la gente no reaccionó plenamente hasta que Fernando Alfaro y los bichos aparecieron sobre el escenario. Con unos lúgubres efectos de campana de fondo y una oscura iluminación, testearon sus instrumentos, y de repente Alfaro empezó a cantar… cae la noche / con su manto gris… El viaje de redención abrió el concierto, que acabaría siendo uno de los más largos del Wintercase.
A mi me gustaría ser tu perro / tan feliz… tan feliz recitó a continuación el cantante. Se mostró reservado a lo largo de la noche, introduciendo algunas de las canciones con su particular forma de dirigirse al público, y modestamente ignorando algunos de los comentarios y gritos de apreciación por parte de los fans. Siguió la contundente declaración de si tengo que cambiar / lo voy a pasar mal, con parte del público coreando al unísono.
Es interesante ver como una banda tan generacional como los Bichos (desaparecieron del panorama durante más de una década) atrae a público de todas edades, si bien predominaban los treintañeros, quienes convivieron con la época dorada del grupo, los principios de los noventa. Alfaro continuó con su rutina, cantando sobre comida china, subfusiles y abrazos en un terremoto. Aunque la calidad del grupo es indiscutible, la verdad es muchos notaron un a ratos molesto problema de sonido (estaba un poco fuerte) que provocó una cierta imposibilidad de entender la voz del cantante, aunque para la mayoría esto no fue problema, pues se sabían las letras de cabo a rabo. Entre banales exclamaciones de admiración (“¡nos gusta mucho vuestra música!” o “¡Albacete!“), botaron con el eclecticismo de Efervescente y se conmovieron con la carga emocional de Aráñame con cariño.
Es así, con muchos de sus clásicos expuestos el uno detrás del otro, como podemos contemplar la versatilidad de los Surfin’. Si bien no destacan por su diversidad de registros (del mismo modo que las letras de Alfaro siempre son extrañamente intrigantes), en su música uno puede toparse con temas tranquilos, reflexivos y otros totalmente excitantes, animados, algo que resulta evidente en directo y que quizás sea su mayor atractivo. Intimistas, roqueros, ligeros, ruidosos. Demostraron su vertiente más pintoresca con El crujido del cangrejo y sus momentos bizarros, y su calidez genuina con El rey del pegamento.
Por supuesto, se guardaron el póquer de ases para el final: aquellos temas que todos los presentes querían oír, y que seria impensable que no las tocasen, conformaron una espléndido y memorable despedida.
Los hermanos carnales de Alfaro, seguidos de la gente abollada, y para terminar… fuerte / me entran ganas de cogerte / y darte lo que te mereces / eso y más…
En general, está claro que los Surfin difícilmente pueden ofrecer un mal show, aún y con problemas técnicos.
Se metieron al público en el bolsillo – aunque se les notó moderadamente cansados y no tan lúcidos como en otras ocasiones (no estaban rodeados del aura del «regreso» y del impacto que demostraron en el pasado Primavera Sound, por ejemplo), la actuación duró y entusiasmó.